Tras la atrayente paleta de colores vivos y atmósferas fantásticas de la obra del pintor italo-chileno Antonio Cavagnaro, se encuentra una ácida crítica hacia ciertos elementos de la sociedad que le generan rechazo. El artista construye su discurso ayudándose de una iconografía que se ha convertido en un factor característico y genuino de su pintura, donde escenarios surrealistas, caóticos y festivos abrazan los placeres y las pasiones que comparten figuras animales y humanas.
Cavagnaro pertenece a la generación de pintores becarios de la Excelentísima Academia del Pintor Guillermo Muñoz Vera. Además, su obra ha sido expuesta en múltiples galerías de Estados Unidos, Chile y España.
Pregunta. Antonio, formarse en cualquier disciplina artística o creativa es someterse a ciertos cánones durante el periodo de aprendizaje. ¿Crees que se debe hacer un ejercicio de deconstrucción para construir un estilo propio?
Respuesta. A ver, lo primero de todo: creo que el «estilo» es algo que se da como resultado de un proceso y/o un desarrollo pictórico realizado a conciencia, a base de motivaciones, inquietudes, aprendizajes, etc. No como una búsqueda puntual de aquello, pues sino, pasaría a ser un vil enfoque efectista con posibles resultados, favorables o no, pero carente de un trabajo real en la elaboración de la obra. Y es en esto último donde, de forma natural, la necesidad de deconstrucción surge o no. En mi caso, efectivamente, ha sido apremiante este aspecto dadas las inconformidades constantes que he tenido a la hora de hacer un balance, siendo una necesidad abrumadora el dejar atrás todo tipo de amarre realista o, por lo menos, la concepción de que aquello es el único camino. Pues bien, bienvenido todo tipo de prácticas que me lleven a romper con dichos dogmas. Pero insisto, no con la idea de obtener un «estilo propio», sino como consecuencia de un proceso interno que requiere cambios.
P. A pesar de que has traspasado las fronteras del academicismo, en alguna de tus obras se perciben influencias de pintores como Velázquez. ¿Con qué artista clásico te identificas más y por qué?
R. Tanto como sentirme identificado con alguno… Hoy por hoy, no. Pero siempre ha existido una gran admiración por la obra de pintores clásicos, por nombres como Rembrandt, Velázquez… Los grandes maestros italianos como Tiziano, Il Guercino, Guido Reni, etc., cuyas obras son siempre dignas de apreciar, siguen siendo una «poesía visual» de pleno disfrute en cualquier museo y, obviamente, seguirán siendo referentes absolutos.
P. ¿Desde la perspectiva de un pintor figurativo realista cómo se percibe el arte abstracto?
R. Más allá de cualquier disonancia conceptual, ya sea objetiva o subjetiva, de cualquier debate existente o cuestionamiento limitante que, en lo personal paso de ello, veo el arte abstracto cada vez más cercano, como un horizonte del cual me nutro sin recelo alguno. Lo percibo, justamente, como un referente a la hora de plantearme un análisis deconstructivo, y la verdad es que hace algunos años esto era impensable. Hoy existe una motivación absoluta por codificar gráficas abstractas y/o conceptuales donde las formas, líneas y colores generan por sí mismos emociones, lo cual me ha hecho prestar mucha más atención y relevancia al «tratamiento de la imagen» además de a la composición narrativa, temática, etc., que siempre están presentes.
Hay más que un dejo de repudio a instancias religiosas que no comparto, donde los hechos no hacen más que reflejar el descalabro de quienes usan y abusan de cierto poder
No es menos cierto que hay que entender y desmenuzar lo que es el arte abstracto, para mí no es solo prescindir de toda figuración y llevarlo a un plano solo «gestual» y carente de ideas, que es ahí donde los efectismos, y muchas veces la falta de oficio, juegan en su contra. En mi opinión, la línea es muy fina y las chapuzas surgen a la orden del día.
La verdad, actualmente consumo mucha pintura abstracta, mucha figuración experimental. Soy muy poco asiduo a visitar exposiciones de pintores realistas, sin desmerecerlas, pero creo que mis motivaciones y referentes van por un camino menos ortodoxo. Es curioso, en esto puede haber una incongruencia, pero existe una intencionalidad clara y la zona de confort ya no me satisface. Sigo siendo un pintor figurativo, mas ya no realista, con la convicción absoluta de que los intereses han ido mutando y la impronta pictórica va en una dirección de menos ataduras academicistas y más hacia libertades abstractas.
P. Cerdos y primates vistiendo hábitos de cardenales o papas en tus pinturas. ¿Qué tienen en común para ti el reino animal y el reino de Dios?
R. A ver… La verdad es que, guardando todos mis respetos al mundo animal, obviamente son lecturas con cierta irreverencia. Propongo narrativas que son una clara crítica a los estamentos eclesiásticos. Hay más que un dejo de repudio a instancias religiosas que no comparto, donde los hechos no hacen más que reflejar el descalabro de quienes usan y abusan de cierto poder. El uso de algunos animales en estas representaciones no es más que graficar lo «burdo» de aquellas figuras. Si bien tengo mi opinión, o interpretación de lo que es «El Reino de Dios», la fe y todo el sistema de creencia que eso conlleva, la vehemencia va dirigida, más que nada, a las instituciones y/o personeros seudo-dueños de la verdad. Y esta opinión no está remitida solo al tema religioso… La estupidez aflora en todo orden de cosas.
P. En la gran mayoría de tus cuadros los animales están presentes. Un patrón que se repite es el del animal a los pies de una cama sobre la que descansa una figura prepúber o infantil. ¿Se puede desvelar el enigma?
R. Nuevamente utilizo elementos que me sirven de contrapunto, donde la figura infantil, con cierta ingenuidad, establece la génesis en la formación y crecimiento valórico, libre de impurezas. Como una especie de burbuja todavía infranqueable de todo tipo de supuestos básicos.
Por otro lado, los miedos, la adversidad y el sistema de creencias, pronto a moldear toda esencia, están representados a base de una iconografía animalesca, a veces absurda, otras no tanto, pero con un significado coherente y simbólico que me atrae mucho graficar. Y quizás sea esto lo que más caracteriza mi obra.
P. Otro tema muy recurrente en tu obra es el de la tauromaquia, aunque en esta ocasión es difícil discernir si es, o no, una crítica hacia esta práctica. ¿Qué opinión te merecen las corridas de toros?
R. La verdad, no hay crítica (por ahora). No es más que representar el carácter, la bravura y la nobleza de un animal que me atrae mucho pintar y utilizar en la representación de ciertas narrativas. Ni siquiera creo que sea «tauromaquia», me mantengo con cierta distancia y respeto, pues es nuevo contemplarlo y vivirlo de cerca, aunque me hago cargo de no compartirlo. El ejercicio de las corridas no va conmigo, me sugiere un maltrato y poco me interesa.
P. Aunque todo, incluido el arte, está cada vez más globalizado, ¿se puede decir que tu obra pictórica se ha enriquecido con las corrientes artísticas que priman en los diferentes países en los que has vivido?
R. Absolutamente. De hecho, esa es la idea. Aunque vengo de una formación bastante rígida, el hecho de explorar de manera directa otros mercados me ha generado un tráfico de estímulos que me han ampliado el espectro de tendencias. Claramente ha sido un proceso lento y natural donde siento que mis motivaciones y aspiraciones van más rápido de lo que ofrecen mis facultades pictóricas. Como bien dije antes, consumo mucha pintura de vanguardia y decodifico bastante material contemporáneo, pero, aun así, la esencia figurativa tiende a aflorar casi por inercia. Y no es que reniegue de esto, más bien siento un gran atractivo por las nuevas corrientes y ya muy poco interés por motivos realistas.
P. ¿Cómo está recibiendo España tu obra?
R. Entre pandemia y traslados, estoy prácticamente recién llegado. Pero, aun así, gratamente he tenido acercamientos con gente del mundo del arte, directores de museos, coleccionistas… Gente idónea que ya me ha hecho partícipe de un par de exhibiciones con muy buenos resultados, lo que me hace tener bastantes buenas expectativas. Entiendo que cada mercado y cada país tienen características distintas, algunos más conservadores que otros, pero, generalmente, tiendo a relativizar esto. Por lo menos, hasta ahora he percibido gran interés y buena crítica, teniendo en cuenta lo complejo de algunas temáticas. Pero se ha entendido y, quizás sea esto, justamente, lo que más me ha gustado.
P. Muchas composiciones en tus pinturas evocan La pesadilla de Füssli, lo que me lleva a hacerte la pregunta de siempre: ¿Recuerdas alguna pesadilla recurrente de tu infancia?
R. La verdad, nada (risas). Ninguna. Y menos con rollos mentales como los de Füssli, aunque es de todo mi agrado aquella composición. Más que nada, mis pesadillas comenzaron en la adultez (risas), cuando te lo cuestionas todo. Y, obviamente, la madurez que supongo que tengo, me hace encontrar un mayor sinsentido a muchas cosas. Ahora bien, estas narrativas sí sugieren que en la infancia encontramos muchas respuestas a nuestras frustraciones actuales. Y es ahí donde centro mi análisis y reflexión. La información que recibimos durante esos años determina sobremanera quiénes somos hoy. Y esto trato de representarlo de alguna forma, con una iconografía a veces compleja, de doble lectura, pero intentando que sea atractiva. Aunque al final esto es relativo.
Sitio oficial del artista:
https://www.instagram.com/antoniocavagnaro/