«El demonio íncubo puede, con el permiso de Dios, realizar el coito»

Johann Heinrich Füseli (1741-1825) fue un pintor natural de Suiza, pero establecido en Gran Bretaña. Pese a que su legado no es tan reconocido como debiera, una de sus obras ha logrado trascender el tiempo, sirviendo de referencia incluso a artistas contemporáneos. Llegando incluso a tener sus guiños en el séptimo arte, como en la película Horsehead dirigida por Romain Basset y estrenada en 2014.

Se trata de La Pesadilla o El Íncubo, la obra que fue pintada por el autor en 1781 y que se encuentra en el Institute of Arts de Detroit. Por lo menos una de sus versiones, dado que Füseli hizo otras partiendo de la misma idea, como la que se conserva en el museo Goethes Elternhaus de Fráncfort del Meno.

La obra se compone de tres elementos principales: una joven de piel nívea sumida en un profundo sueño y en una postura que no aconsejaría un buen fisioterapeuta (cosas del manierismo), un caballo de mirada medrosa que asoma tras las tinieblas ocultas por una cortina de color rojo y que envuelven también parte de la estancia. Y por último, el personaje que da a la obra su segundo nombre, el ominoso íncubo que reposa sobre el torso de la joven fijando su mirada inquietante en el espectador.

Versión de La Pesadilla que se encuentra en el museo Goethes Elternhaus de Fráncfort del Meno

Un íncubo es un ser mitológico cuya presencia en la cultura popular europea de la Edad Media tenía tal influencia que se llegaba a condenar a mujeres inocentes a ser pasto de las llamas, en un ignominioso ritual, por haber mantenido relaciones sexuales con alguna (o varias) de estas criaturas. Así lo reconocía el Malleus Maleficarum (El martillo de las Brujas), el tratado más importante «para golpear a las brujas y sus herejías con poderosa maza» que se publicó en Alemania, en 1486.

“En cuanto a la manera como las brujas se entregan a los demonios íncubos, se han de tratar seis cosas. Primero, por lo que hace al demonio y al cuerpo asumido por éste, se discutirá de qué materia se encuentra formado. Segundo, por lo que respecta al acto se verá si hay siempre infusión del semen recibido de otro. Tercero por lo que hace al tiempo y al lugar viéndose si existen algunos mejores y más propicios que otros para esta práctica. Si únicamente tiene lugar esto con las mujeres a las que visita, y si únicamente son cortejadas las mujeres nacidas de tales comercios. Si esto ocurre a aquellas que fueron ofrecidas por las parteras en el momento de su nacimiento. Sexto, si el placer venéreo resulta más o menos intenso en este tipo de relaciones” Sprenger, J., Institoris, E., (1486). El martillo de las Brujas. Valladolid: Editorial MAXTOR

«El íncubo es el demonio que yace dentro de otra persona. Su versión femenina es el súcubo, el demonio que yace arriba de la misma»

Detalle del íncubo en la versión que se conserva en el Institute of Arts de Detroit

Si el íncubo es el demonio que yace dentro de otra persona, su versión femenina es el súcubo, el demonio que yace arriba de la misma. En otras palabras, el súcubo es penetrado y el íncubo penetra.

“Los demonios no pueden dar la vida, porque aquella fluye como una forma del alma. Pero materialmente aquí procede de alguno: el demonio íncubo puede, con el permiso de Dios, realizar el coito, y no como si el semen viniese de él, sino utilizando el de otro hombre cuando éste lo emite en el coito. Porque ocurre que el demonio que actúa de súcubo con el hombre se hace íncubo con la mujer. Del mismo modo que, según San Agustín, toman las simientes de otras cosas para dar lugar a otras generaciones” Sprenger, J., Institoris, E., (1486). El martillo de las Brujas. Valladolid: Editorial MAXTOR

Por lo tanto, Füseli está representando en La Pesadilla, la violación de un íncubo a la joven tendida sobre el lecho con una mueca entre el dolor y el placer.  La connotación erótica cobra mayor sentido si tenemos en cuenta las hipótesis que afirman que la persona en la que se inspiró el pintor para esta obra fue Anna Landoldt, la sobrina de su amigo Johann Caspar Lavater, por la que Füseli estaba loco (¿metafóricamente?).

El tenebrismo, lo onírico y el “romanticismo oscuro” bañan las obras de un artista cuya obra fue olvidada durante años tras su muerte, pero que fue dignamente recuperada y valorada más tarde por los artistas expresionistas y surrealistas.