Las máscaras mortuorias se utilizaban en la Antigua Roma para mantener el recuerdo del aspecto del difunto


Pocas cosas fascinan más al hombre como la muerte. Casi desde la toma de consciencia de sí mismo, el ser humano ha entremezclado arte y mundo funerario en una fusión de veneración y temor, pues pocas cosas se veneran más que aquellas que nos son más temidas.

Un ejemplo de esto lo tenemos en las máscaras funerarias o máscaras mortuorias. Su origen se remonta prácticamente al neolítico. Aunque quizá tan sólo nos vengan a la cabeza las más famosas como la máscara de Agamenón o la máscara de Tutankamón, lo cierto es que este tipo de máscaras tiene un recorrido amplio en la historia de las civilizaciones.

Personalmente creo que un punto clave en el pensamiento y ritualística que rodea estas muestras de arte, un tanto macabras para nuestro pensamiento actual, se produce en la Antigua Roma con la creación de las Imago Maiorum.

Reconstrucción actual de máscaras mortuorias romanas

Cuando se producía el fallecimiento de un ser querido entre un mimbro de la alta sociedad romana, se daba inicio a un ritual funerario caracterizado por su suntuosidad y complejidad ritual. Un punto importante dentro de estos rituales lo conformaba la creación de estas imágenes de cera modeladas sobre el rostro del difunto como representación de la realidad. Esto permitía mantener por un lado el aspecto facial del difunto durante la celebración del largo sepelio, y por otro mantener una imagen fidedigna en el recuerdo de sus descendientes y seres queridos.

Un punto importante dentro de estos rituales funerarios romanos lo conformaba la creación de estas imágenes de cera modeladas sobre el rostro del difunto como representación de la realidad

Era habitual que en el hogar familiar se mantuviese un lugar especial para la conservación y culto a estas imágenes, sacándose en procesión en futuros rituales religiosos. No son poco los historiadores del arte y estudiosos que consideran estas representaciones mortuorias el inicio de lo que más tarde se conocería como el retrato romano, donde estas representaciones se esculpían en piedra y donde el mejor ejemplo lo tenemos en el conocido Patricio Barberini, escultura de bulto redondo datada a finales del periodo republicano y donde podemos ver al rico patricio portando dos retratos de antepasados suyos.

No debemos olvidar el importante peso que los antepasados tenían en el día a día de un romano, más todavía cuando se trataba de familias patricias. Hablamos ahora de los lémures, antepasados benignos y los larvae, antepasados ofendidos por el comportamiento de la familia tras su muerte o con deudas por resolver. Ovidio, el poeta romano nos cuenta un episodio en que estos larvae salieron de sus tumbas con sus carnes putrefactas y cuerpos esqueléticos a cobrar venganza contra los vivos. Nos dice así:

Larvae Convivialis: En griego dice conócete a ti mismo

“Hubo una época, mientras libraban largas guerra, en las que los romanos hicieron omisión de los días de los muertos. No quedo eso impune, pues dicen que, desde aquel mal agüero Roma se calentó con las piras de los suburbios. Apenas puedo creerlo, pues dicen que nuestros abuelos salieron de las tumbas, quejándose en el transcurso de la noche silenciosa. Dicen que una masa vacía de almas desfiguradas recorrió aullando las calles de la ciudad y los campos extensos. Después, de ese suceso, se reanudaron los honores olvidados de las tumbas, y hubo coto para los prodigios y funerales”.

De esta forma los días 9, 11, y 13 de mayo se celebraba en Roma las Lemuria, donde se llevan a cabo ritos para apaciguar y contentar a los antepasados, como arrojar habas negras en casa o la elaboración de determinados dulces rituales. Ovidio también nos habla sobre estas fechas: Cuando Héspero haya levantado tres veces su hermoso rostro, y otros tres los astros vencidos hayan cedido su puesto a Febo, se celebrarán los rituales de un antiguo ceremonial…

Recordad, acabo, la vida de un romano no acaba tras su muerte. Como dijo la doctora catedrática en Filología Latina Elena Cuadrado: «Negra y larga fue la noche en otro tiempo, y aún hoy tiene la noche un reino dilatado y proceloso desde el cual nos sigue gobernando».


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