«Recuerda que eres sólo un hombre»

La muerte, como parte de la experiencia de la vida es un tema presente en las sociedades de todas las épocas. Un tema tratado por la filosofía, la ciencia, la psicología, y cómo no, el arte. Aquí, en esta última disciplina, es donde entra la figura de la “vanitas”

La “vanitas” es un término latino que se traduciría como vanidad, y que representa la fugacidad de la vida y la insignificancia y vacuidad de los bienes materiales. Ya en la antigua Roma, no por algo el término es latino, cuando un general resultaba victorioso en una campaña y regresaba a la capital para celebrar el triunfo, entrando con sus mejores galas en la ciudad, sobre un carro tirado por lustrosos caballos, un hombre le decía al oído: “Recuerda que eres sólo un hombre”. Ya se hacía aquí referencia a la mortalidad del ser humano, a la insignificancia de los triunfos terrenales: la muerte llega a todos.

En el ámbito más puramente artístico esta vanidad, este recuerdo de la muerte, es representado por la presencia de una calavera o esqueleto completo. Así, tenemos mosaicos romanos con la representación de esta calavera. Uno de los más populares, aunque no el único, es el llamado cráneo de Pompeya o también el conocido como esqueleto copero.

Vanitas – Still Life with Books and Manuscripts and a Skull | Edwaert Collier

Pero no es en Roma donde esta representación artística alcanza su cénit, para ello deberemos avanzar varios siglos en el tiempo, al movimiento artístico que conocemos como barroco. Este movimiento se desarrolla en una época caracterizada por grandes diferencias de clases, el lujo y ostentación de la nobleza frente a las miserias y mezquindades de las gentes pobres y humildes. Aquí, en este ambiente, se formó la idea en torno a la vida como una gran teatro, como una ilusión representada de forma breve. Podemos ver esto de forma muy clara en la literatura, así, Shakespeare en Macbeth escribe: «Sombra ambulante es esta vida, mísero actor que en el escenario se afana y pavonea un momento y al cabo, para siempre, calla su voz». 

«En el barroco se formó la idea en torno a la vida como una gran teatro, como una ilusión representada de forma breve»

El interés por la brevedad de la vida e insignificancia de los bienes materiales es ya palpable en estas líneas llenas de significado y pesimismo. Pero líneas como estas podemos encontrar en infinidad de escritos de la época. Calderón de la Barca, en su obra La vida es sueño escribe: «¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son».

De igual forma, el arte, como esponja de los pensamientos y movimientos socioculturales que es, acoge en un céntrico lugar la figura de la vanitas. Muy a menudo, aunque no siempre, en forma de bodegón y representada por la presencia de un cráneo humano rodeado de joyas o bienes superfluos y lujosos. Quiero centrar mi atención y sin extenderme mucho más en este artículo en una obra holandesa y alejada del bodegón, de autor anónimo pero que es capaz de mostrar de forma meridiana el pensamiento existente en torno a la vanitas barroca.

Vanitas | Anónimo, S.XVII

En el cuadro, datado en el siglo XVII, podemos observar una visión fuertemente sarcástica de esta vanitas. Por otro lado, un sarcasmo bastante común dentro del estilo holandés. En la mitad derecha del cuadro vemos una composición pictórica recargada de elementos,  amontonados de forma casi caótica unos sobre otros, alhajas de oro y piedras preciosas. Ocupando un lugar preeminente un hombre mayor, ataviado de forma elegante y medio encorvado por el paso de los años. 

«¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son».

La vida es sueño, Calderón de la Barca

En el lado izquierdo, con un instrumento musical y casi sonriendo, situamos a un esqueleto que, centrando su mirada en el viejo, parece cantarle la última canción de su vida. Pues pareciera que viene a llevárselo, su hora ha llegado y con él no llevará ninguna de sus baratijas. Tras el esqueleto se aprecia un cuadro donde aparecen los mismos personajes, con la diferencia de que el anciano es joven en el cuadro, pues en la juventud ya se le advirtió sobre la brevedad de la vida: memento mori.

La escena es muy expresiva, el anciano abre la boca sorprendido, asustado por lo que contempla, la hora de su partida. El perro, símbolo de fidelidad, ladra asustado ante la presencia de la muerte que viene a por su dueño. Para rematar esta escena, en una esquina el autor sitúa un símbolo de jocosidad, un pequeño mono fumando y acariciando el orbe del mundo. La muerte no es seria ni organizada, no entiende de nobles o pobres, es azarosa y llega a todos. Así que diviértete mientras puedas, vive la vida. Pero sobre todo: nunca olvides que vas a morir. 


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Vanitas, de Luis Vives Ferrándiz 
Historia social de la literatura y el arte, de Arnold Hauser